miércoles, 18 de abril de 2007

Gris defecado

Dado que la mía es una cervecería que irá cambiando de lugar, creo que es importante darle unos pequeños toques cada vez para que la gente del sitio se sienta cómoda, a gusto.
Pensaba en ello andando por las calles de Barcelona, forradas de unos cuadraditos pequeños de color gris, un gris dejado, impersonal. Colillas en el suelo que habían perdido su color, olvidadas; marcas de suela de zapato de alguien que había tenido la gran suerte (según la tradición, humm, nuestra cultura es interesante) de pisar la hez de algún animal que de repente se convirtió en inmundo.
Crucé la calle y me di cuenta de que el asfalto, antes negro, también había perdido su color con el desgaste. Alcé los ojos: los edificios que me rodeaban se habían ensombrecido y ensuciado por el humo, hasta quedar cubiertos por un velo gris que los enmarañaba y los sumía en la indiferencia y el sopor.
Me di cuenta: las paredes del metro, el mismo metro (ya no blanco), las baldosas de la mayoría de locales y pisos, los semáforos, y el gris seguía extendiéndose hacia la vida, conqueriendo los troncos de los árboles, las palomas…
La mayoría de cosas las hemos vuelto así las personas, que nuestra sociedad y nuestra vida se traspasan a todo lo que nos rodea, lo contaminamos, y acaba adquiriendo nuestro color, el color de los trajes de los ejecutivos, el color de las caras que me rodean aquí en la calle, sin brillo ya.
Estoy aterrorizada: no quiero que mi vida se contagie también del gris que me transmiten, del color en que pintamos las cosas para que la mierda no se note.
Así que pensé que en mi bar no quería gente así, sino gente que lo llenase de vida. Por eso pinté todas las paredes de colores, casi parece la bandera gay. Pero había un problema: y si la gente de aquí estaba tan acostumbrada que no sabía vivir de otra manera?
Por si acaso, he pintado una pared de gris, y ahora creo que no perderé clientes.
Cuando terminé de pintar, me quité la ropa para ducharme. Las piezas, de un negro gastado, cayeron contra el suelo. Sólo entonces me fijé en su color.

1 comentario:

Aïda Cristòbal dijo...

gris.
és el que comporta viure, tornar-se gris, si més no en aquesta merda, com dius tu, de societat o del que sigui... un petó, reina.

aïda